lunes, 19 de diciembre de 2011

La ciudad medieval

 


Con el paulatino decaimiento del Imperio Romano y todo lo que éste suponía en cuanto a organización política e institucional, el mundo occidental va mudando su rostro, y las ciudades -las antiguas civitas romanas- decrecen de tal manera que muchas de ellas desaparecen por completo. La población se irriga por toda la zona rural, abandonando las grandes concentraciones. Estos son hechos distintivos y significativos de la Edad Media.
El proceso de urbanización y, en consecuencia, el de la transformación de las ciudades en la Edad Media, está totalmente ligado al desarrollo del sistema socio-económico conocido como feudalismo. Por lo tanto, la ciudad o lo que de ella logra salvarse después de la crisis del mundo antiguo, responde totalmente a la civilización agrícola de su tiempo.
Reducidos a su mínima expresión el comercio y con él la artesanía y la industria, el trabajo rural y la propiedad territorial vuelven a ocupar un lugar dominante y se convierten de nuevo en la base de la economía.
Pero los estados medievales no están en capacidad de mantener su condición de entidades esencialmente agrícolas, pues la ausencia de mercados y la inseguridad imperante conducen al aislamiento de sus unidades territoriales y, en tal virtud, terminan eliminando incentivos para mejorar las formas de vida o las técnicas de producción. Se inicia, entonces, un período de aislamiento y atraso que influye negativamente no sólo la esfera económica, sino también el orden social y cultural de los pueblos, lo mismo que su estructura política. Europa se cierra en si misma, se desgasta en interminables guerras internas y parece navegar sin detenerse hacia su ruina definitiva.
Reina la confusión, tanto en la realidad confusa como en el espíritu de la época. Tal es la anarquía y la desesperanza de este período que para finales del primer milenio se espera el fin del mundo. De allí viene, muy probablemente, esa idea de catástrofe, destrucción y desolación que suele rodear "el período" del Medioevo para muchos historiadores y personas del común.
A finales del siglo IX la decadencia económica, política, social y cultural del occidente europeo llega a su punto más crítico. La monarquía absoluta medieval ha llegado a su fin y el rey no tiene más poder ni autoridad que la conferida por sus propiedades materiales. Hace guerras, pero no gobierna; gobiernan los grandes terratenientes como señores independientes, jefes de sus ejércitos particulares, dueños de la economía regional y amos de los habitantes y de sus posesiones.
Es importante destacar el papel de la cultura monástica en la Edad Media. A diferencia de las religiones "urbanas" en Grecia y en Bizancio, aquella organizó sus comunidades en las zonas rurales, en centros específicos y, en alguna medida, a partir de ahí, propició incipientes formas de colonización agraria.
Para la época, el Estado feudal en sentido estricto, había dejado de existir y pasó a transformarse en una empinada pirámide social con un punto abstracto en su cúspide.
Pero el siglo X es una época de estabilización y paz relativa. Llega a su fin la ola de invasiones. Tanto en los principados feudales como en los episcopales, se insinúan ahora los primeros elementos de una estructura que lucha por un mínimo nivel de vida para el pueblo, por entonces establecido en pequeñas villas y poblados.
El verdadero motivo que da curso al nacimiento de la ciudad medieval es el comercio y la industria. Al iniciarse el segundo milenio de nuestra era, Europa Occidental experimenta un verdadero despertar de la sociedad, una auténtica explosión de energía y optimismo en todos los campos.
Así, la revitalización económica del Siglo XI se desenvolvió bajo la influencia de dos centros: Venecia y la Italia meridional en el sur y la costa flamenca, en el norte de Europa. Ambos polos experimentaron un rápido desarrollo merced a sus relaciones comerciales con otros países. Y aquí es de importancia señalar que su prosperidad, lo mismo que su benéfico influjo sobre la Europa continental, fue el fruto del restablecimiento de los contactos entre Oriente y Occidente.
Venecia nunca perdió su vinculación con Constantinopla, capital política del Imperio Bizantino, gran puerto y centro de manufacturas de primer orden.
Conforme a su desarrollo el comercio marítimo se generalizó y extendió hasta las costas de Francia y España donde Marsella y Barcelona ocuparon un lugar destacado. Con el renacimiento del comercio florecieron ciudades como Génova, Pisa, Brujas, Flandes y los Países Bajos. El comercio también fue preámbulo al nacimiento de los suburbios (suburbiun), las ciudades nuevas (novus burgus) y los puertos (portus).
La ciudad amurallada y con contribuciones a sus miembros, se dio en la comuna medieval; por eso el recinto fortificado adquirió personería jurídica, fiscal y arquitectónica: ciudades radiocéntricas (de radios y círculos), ciudades lineales (formadas a lo largo de un camino - camino o calle real- para su semejanza en América), ciudades cruciales (con dos calles principales que se entrecruzan), ciudades en escuadra (o de cuadrícula), ciudad nuclear (a partir de algún punto central o importante como el templo o la casa de gobierno), la ciudad binuclear (en torno a dos puntos claves), ciudad espina de pez y las ciudades acrópolis.
La contemporaneidad del medioevo y el feudalismo español y lusitano con la conquista y la colonia en América, propician el encuentro de identidades en la conformación de la ciudad hispanoamericana, la cual va a ser trazada con rigor geométrico.

El reino de Asturias

La vida de este reino del norte de la Península Ibérica se extiende desde el año 718 (cuando acontece la batalla de Covadonga)  hasta el siglo XI, en que se convirtió en el reino de Castilla y León. Su nacimiento debemos situarlo en el contexto de la invasión musulmana de la Península, que comenzó en el 711. Su imparable avance se frenó en las puertas de Asturias, concretamente en los Picos de Europa, donde aconteció la batalla de Covadonga. El líder de las tropas hispano visigodas en aquel enfrentamiento fue don Pelayo, que, tras su victoria, se proclamó rey de Asturias. Comenzaba, de esta manera, la larga vida de este reino, para muchos, germen de España.
Don Pelayo y sus sucesores establecieron la capital del reino en la localidad de Cangas de Onís y, posteriormente, en Oviedo. Desde estos puntos, iniciaron una progresiva expansión territorial hacia el oeste y el sur de Asturias. El primer gran avance se dio con Alfonso I, que logró extender su influencia hasta la vecina región de Galicia.
No hay que perder de vista esta zona, que pocos años después protagonizará un hecho muy relevante. Y es que en el siglo IX, más concretamente durante el reinado de Alfonso II, tuvo lugar el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago. Un monje llamado Pelayo afirmó ser testigo de que unas estrellas le conducían a un lugar en el bosque, lo que se vino a denominar Campus Stellae (Campo de las Estrellas, que derivó en Compostela). Allí encontró un sepulcro, que inmediatamente asoció al del apóstol de Cristo, pues, según la tradición, había sido llevado a Galicia.
Sin duda, este descubrimiento favoreció un fortísimo impulso al avance cristiano desde el reino de Asturias, ya que sus soldados tenían como aliciente combatir al infiel musulmán para recompensar al santo patrón. Esta expansión se tradujo en el avance hacia el sur, buscando el río Duero. Fue el rey Alfonso III quien, finalmente, alcanzaría esta frontera natural con Al-Andalus. Era, hasta el momento, el mayor avance territorial de los asturianos.
Alfonso III, para asegurar la región recién conquistada, estableció una nueva capital. Trasladó la Corte desde Oviedo al sur, a una ciudad que en tiempos romanos había nacido como un campamento militar. Se trataba de la antigua Legio VII Gemina, rebautizada con el nombre de León. A partir de estos momentos, el reino pasó a denominarse astur-leonés.
Una de las políticas más importantes de los reyes en estos momentos de la conquista fue la repoblación de las tierras con gentes llegadas de otros lugares. La amplia franja entre los Picos de Europa y el río Duero se hallaba prácticamente deshabitada, debido a la huída de población musulmana hacia tierras más meridionales. Los reyes leoneses trajeron, principalmente, a gentes de las montañas del norte para esta repoblación. Esta política no fue exclusiva de esta época, sino que se fue desarrollando hasta los últimos momentos de la conquista cristiana.
Otra cuestión a tener en cuenta por los reyes de Asturias-León fue la defensa de las plazas conquistadas. Las constantes escaramuzas musulmanas llevaron a la fortificación de algunos territorios cristianos. Este hecho se desarrolló por medio de los castella o castillos. Una de las zonas donde más fructificaron estos sistemas defensivos fue al este del reino. De hecho, esta región llegaría a recibir su nombre debido a esta circunstancia: Castilla, que nació como condado dentro del reino de León. Con el tiempo, durante el mandato del conde Fernán González, este territorio llegó a convertirse en hereditario para sus titulares. Era el primer paso para el posterior reconocimiento de su independencia.
Los momentos más bajos del reino de Asturias-León se produjeron a finales del siglo X, con la subida al trono de Sancho III el Mayor de Navarra. Este monarca consiguió anexionarse Castilla y otros condados pirenaicos, quedando el rey de León como vasallo suyo. Su muerte desmembró el reino entre los herederos. De esta manera, nacía en el siglo XI el reino de Castilla y León. Corría el año 1052 y se personificaba en Fernando I, hijo de Sancho III. A partir de estos momentos, el territorio sufriría sucesivas separaciones y uniones, hasta la definitiva en el siglo XIII, que llevó a convertirla en la mayor potencia cristiana peninsular.

Los Musulmanes en la Península Ibérica. Textos y contextos

Siglo VIII


La batalla de Covadonga según las fuentes cristianas (año 714)

“Pelayo se dirigió hacia la tierra montañosa, arrastró consigo a cuantos encontró camino de una asamblea y con ellos subió a un monte llamado Auseva y se refugió en la ladera de dicha montaña, en una cueva que sabía era segura. Desde ella envió mensajeros a todos los astures, que se congregaron en una junta y lo eligieron príncipe.
Alqama, el dirigente musulmán, mandó entonces comenzar el combate y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Santa Virgen María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos. Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividió en dos su hueste, y allí mismo fue al punto muerto Alqama. En el mismo lugar murieron 125000 caldeos”.
Crónica de Alfonso III.

La batalla de Covadonga según las fuentes musulmanas

“Dice Isa ben Ahmand Al-Razi que en tiempos de Anbasa ben Suhaim Al-Qalbi, se levantó en tierra de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Andalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en la hendidura de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo: ‘Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?’ En el año 133 murió Pelayo y reinó su hijo Fáfila. El reinado de Pelayo duró diecinueve años y el de su hijo dos. Después de ambos, reinó Alfonso, hijo de Pedro, abuelo de los Banu Alfonso, que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y se apoderaron de lo que los musulmanes les habían tomado”.
Del NAFH AL-TIB de AL-MAQQARI.
Texto tomado del tomo III de la Historia de España de Historia 16, p. 92

Ocupación de España por los musulmanes (año 749)
En la era del 749, mientras por dichos enviados [Tariq y otros] se devastaba España y se combatía con gran furor, no solo contra los enemigos, sino también entre sí, Muza (...) entró hasta la ciudad real de Toledo, castigando a las ciudades vecinas con mala paz fraudulenta, y a algunos nobles, señores varones que de algún modo se habían quedado, llegando a Toledo huyendo de Opas, hijo del rey Egica, los mató con la espada en el patíbulo, y con este motivo mató a todos con la espada.
De este modo, no solo la España Ulterior, sino también la Citerior, hasta Zaragoza, antiquísima y floreciente ciudad, abierta ya por manifiesto juicio de Dios, la despobló con la espada, el hambre y el cautiverio; destruyó, quemándolas con el fuego, las bellezas ciudadanas; envió a la cruz a los señores y poderosos del siglo, y descuartizó con los puñales a los jóvenes y pequeños. Y así incita a todos con semejante terror, y algunas ciudades que habían quedado, viéndose forzadas, piden la paz, y persuadiendo o burlando con astucia a algunos no de modo acostumbrado, concede lo pedido.
     Pero, los que habiéndola obtenido, se niegan a obedecer, aterrados por el miedo, e intentan huir a los montes, mueren de hambre y de diversas muertes. Y en la misma desgraciada España, en Córdoba, en la antigua sede patricia, que siempre había sido la más opulenta de las ciudades vecinas y hacían las delicias del reino visigodo, colocan el inhumano reino.
Crónica Mozárabe del 754. Ed. MOMMSEN, Chron. minora, II, 353. En GARCÍA GALLO, Manual de Historia del Derecho Español, vol. II, Antología de fuentes del Antiguo Derecho, pp.432-433



Siglo IX (año 929)

          
<<En el nombre de Allah, clemente y misericordioso. Bendiga Allah a nuestro honrado profeta Mahoma. Los más dignos de reivindicar enteramente su derecho y los más merecedores de completar su fortuna y de revestirse de las mercedes con que Allah altísimo los ha revestido, somos nosotros, por cuanto Allah altísimo nos ha favorecido con ello, ha mostrado su preferencia por nosotros, ha elevado nuestra autoridad hasta ese punto, nos ha permitido obtenerlo por nuestro esfuerzo, nos ha facilitado lograrlo con nuestro gobierno, ha extendido nuestra fama por el mundo, ha ensalzado nuestra autoridad por las tierras, ha hecho que la esperanza de los mundos estuviera pendiente de nosotros, ha dispuesto que los extraviados a nosotros volvieran y que nuestros súbditos se regocijaran por verse a la sombra de nuestro gobierno (...) En consecuencia hemos decidido que se nos llame con el título de Príncipe de los Creyentes, y que en las cartas, tanto las que expidamos como las que recibamos, se nos dé dicho título, puesto que todo el que lo usa, fuera de nosotros, se lo apropia indebidamente, es un intruso en él, y se arroga una denominación que no merece. Además, hemos comprendido que seguir sin usar ese título, que se nos debe, es hacer decaer un derecho que tenemos y dejarse perder una designación firme. Ordena, por tanto, al predicador de tu jurisdicción que emplee dicho título, y úsalo tú de ahora en adelante cuando nos escribas. Si Allah quiere».
          
     En consecuencia, y conforme a estas órdenes, el predicador de Córdoba comenzó a hacer la invocación en favor de al-nasir li-din Allah, dándole el título de Príncipe de los Creyentes, el día 1.º de du-l-hichcha de este año [16 de enero del 929].
Trad. E. LEVÍ-PROVENÇAL y E. GARCÍA GÓMEZ, Una crónica anónima de Abd al- Rahman III al-Nasir, Madrid-Granada, 1950, pp. 152-153.




Siglo X (años 1000-1009)


La campaña de Almanzor contra Santiago

“Al-Mansur había llegado en esta época al más alto grado de poder. Socorrido por Alá en sus guerras con los príncipes cristianos, marchó contra Santiago, ciudad de Galicia, que es el más importante santuario cristiano de España y de las regiones cercanas del continente. La iglesia de Santiago es como la Qaaba para nosotros.
Después de diversas peripecias, los musulmanes fueron a acampar ante la orgullosa ciudad de Santiago el 10 de agosto. La habían abandonado todos sus habitantes y los musulmanes se apoderaron de todas las riquezas que en ella hallaron y derribaron las construcciones, las murallas y la iglesia, de modo que no quedaron huellas de las mismas”.